domingo, 9 de agosto de 2009

No hay gen para el espíritu humano

Para los que no me conozcan demasiado o no se hayan leído la primera entrada de este blog, informaré de que me dispongo en apenas un par de meses a empezar la licenciatura en Periodismo. No obstante si hace dos años me hubieran hecho apostar por la carrera en la que iba a acabar me hubiera jugado el cuello, los brazos y medio testículo a que iba a ser una de ciencias. Con esto no quiero comentar lo afortunado que fui al no haber nadie que me propusiera la apuesta de marras, sino que entendáis que, aquí donde me veis, la ciencia en general, y la física en particular, me fascinan. Siempre me he considerado un tipo de ciencias. Intento buscar a todo una explicación lógica y jamás he creído en sucesos paranormales, esoterismo, religión, espiritualismos o cualquier cosa que no pudiera demostrarse científicamente. De toda la vida soy de la opinión de que cuando me muera no voy a ser más que un montón de carroña en podredumbre, suena crudo, pero a esas alturas no creo que me importe demasiado, la verdad.

Y sin embargo hay ocasiones en las que no puedo evitar pensar que hay algo más. Pero no porque me de la venada religiosa de que hay vida mas allá de la muerte y la fe y demás paparruchas que (al menos para mi) no tienen sentido, sino por lo increíble que puede llegar a ser el hombre. ¿Que motiva a una persona, una entre tantos, a ponerse delante de una fila de tanques en Tiananmen? ¿Que clase de combinación de impulsos eléctricos cerebrales hacen que una persona componga Bohemian Rhapsody? ¿Que hace que una persona esté tan convencida de sus ideales que para imponerlos haga matar a 11 millones de personas? ¿Y como convence a la gente de que lo haga? ¿Como la misma naturaleza y el tiempo consiguen crear civilizaciones, movilizarlas, destruirlas...? Todo es tan complejo que es mas que probable que sea aleatorio, ¿Pero como puede la aleatoriedad ser tan bella o tan horrible, según le de por ahí?

Y sumada a los zillones de preguntas que pueden pronunciarse, aquella por la que actualizo: ¿Como es posible, que entre tanto caos y aleatoriedad, la humanidad cree una película perfecta para mí? Estoy hablando, por nosecuantérrima vez en mi vida, de la que considero la película más menospreciada de la historia dado lo increíble que resulta y lo poco conocida que es. La película cuya una de sus frases da nombre a este articulo, y a este blog.



Para los muchos que desconocerán esta película, les comunico que se trata de Gattaca, de la mano y guión de Andrew Nicol (La Terminal, El Señor de la Guerra, El Show de Truman…) con un reparto mas que decente: Ethan Hawke, Uma Thruman y Jude Law como principales, y con la BSO compuesta por el genio de los genios: Michael Nyman. En resumidas cuentas: Un director, un reparto y una banda sonoras dignas de un estreno aclamadísimo en Hollywood. Solo hay un detalle: La película tiene un presupuesto bajísimo, y pese a la calidad de todos sus aspectos pasó prácticamente inadvertida por las pantallas de los cines.

La película trata de un mundo futurista en el cual existe un nuevo tipo de discriminación, no determinada por el color de la piel, la religión o la raza, sino por el ADN. Los denominados “Hijos de Dios”, aquellos nacidos sin ningún tipo de modificación genética del vientre materno en lugar de in Vitro, son relegados a los peores puestos de trabajo de la sociedad. No hace falta un brillante currículum, basta con saber que es imposible que enfermes en la larga esperanza de vida que tienes por delante y tu capacidad cerebral sea superior a la corriente. El protagonista, Vincent (Ethan Hawke) es uno de los Hijos de Dios, que lucha por conseguir llegar al espacio a pesar de su condición (95% de posibilidades de fallo cardíaco antes de los 30 años, nadie contrataría a una persona así para uno de los puestos mas altos de la sociedad). Para ello, suplantará la personalidad de Jerome Morrow (Jude Law), un espécimen perfectamente válido y dotado de todos los dones genéticos posibles, pero que tras un accidente de coche quedó tetrapléjico. Los diálogos de la película son sencillamente geniales, y es impresionante como Andrew Nicol deja una enorme cantidad de detalles casi imperceptibles para reforzar la importancia del ADN en la película. De hecho, el nombre de la película, referido a la base espacial donde aspira acabar Vincent, usa las iniciales de las bases de las que está compuesto el ADN: adenina (A), guanina (G), timina (T) y citosina (C). Podría pasarme mucho más tiempo escribiendo acerca de los entresijos de la película pero creo que hasta aquí ya he hecho publicidad suficiente: Vedla.

Puede que al final lo que piense sea cierto, y no seamos más que un montón de átomos y descargas eléctricas. Pero citando a Richard P. Feynman, premio Nóbel de física: “Me hace gracia cuando la gente dice que los científicos le quitamos la belleza a la realidad, reduciéndolo todo a un montón de átomos. Ese montón de átomos, cuando se junta de manera apropiada, puede crear estrellas, planetas, amaneceres, amor, un hijo… Cuando hablamos de la teoría atómica, no quiero expresar que seamos “solo” un montón de átomos, sino a lo maravilloso que esto resulta.”

Saludos.

Meph.